miércoles, noviembre 22, 2006

El principio del camino

"Por todos los reinos fueron colocados carteles, carteles que hablaban de recompensas por un trabajo fácil, un trabajo de escolta a través de las tierras del Lago Verde, el antiguo lago de Myr.

Muchos aventureros asistieron a la posada del listo, en el poblado de Vran, lugar donde se especificaba en los carteles que se daría la misión. Todos ellos eran variopintos y dispares:

-Hua-lang: Una monje humana venida de tierras orientales.
-Erfie: Una mujer humana, pícara y muy independiente.
-Shiro: Un hechicero elfo, ansioso de nuevos conocimientos arcanos.
-Liruj: Un astuto bardo semielfo, con ganas de obtener nuevas riquezas.
-Thalax: Un sombrío paladín humano perteneciente a una orden de Caballería.
-Landie: Una divertida sacerdotisa gnoma, adoradora del dios de la fiesta y las bromas.
-?: Una misteriosa hechicera elfa, rápida en lo arcano.

Todos estuvieron horas esperando a sus futuros patrones, y algunos incluso tuvieron su primer contacto. Normal, pues en la posada sólo había gente común, humildes trabajadores o campesinos, mientras que ellos vestían armaduras de cuero o metálicas y lucían armas de todo tipo.

Cuando el mediodía llegó, las puertas de la posada se abrieron de par en par, y tras ella entraron dos figuras vestidas con túnicas grises oscuras. El primero era un hombre robusto, sin cabello y con una perilla bien cuidada, de mirada siniestra y profunda. Tras él, estaba la otra figura, totalmente diferente, pues se trataba de una mujer de bellos rasgos, de mirada suave y asustada, con una hermosa cabellera plateada, cubierta con una capucha.

El hombre tras dar un largo vistazo a la posada, decidió levantar la voz. Se dirigió a toda la posada, pidiendo que todo aquel que había venido por la misión se acercase a su mesa. Todos los aventureros allí presentes, uno tras otro, fueron levantándose y acercándose al hombre entunicado. Una vez estuvieron todos el hombre les volvió a echar un vistazo rápido, y tras aceptar que serían capaces les presentó la misión que tendrían por delante.

La misión era teoricamente sencilla, consistía en escoltar a la mujer, la cual se hacía llamar Bruma, desde el punto actual Vran hasta Osk, la capital del condado de Brujomuerto, en el extremo norte de Lago Verde. El peligro consistía en que la mujer era perseguida por unos individuos, el hombre no quiso especificar ni el por qué de su persecución ni quienes eran los perseguidores.

Muchos aceptaron a regañadientes, pero otros dieron la bienvenida al dinero, pues 500 piezas de oro, eran muchísimas piezas de oro, y la promesa de más al finalizar el trato sellaba su compromiso. Así pues, el hombre entunicado se despidió del grupo, no sin antes entregar un medallón a Bruma, prometiendo que se volverían a encontrar en la posada del León, una pequeña posada de camino.

El grupo decidió que lo mejor que podían hacer era comprar provisiones y utensilios necesarios para el viaje. Por aquel entonces la tienda de antigüedades de Pepius estaba abierta, y el grupo tuvo demasiada curiosidad para entrar, a pesar del deleznable aspecto de la tienda. Dentros e encontraron al anciano Pepius, un extraño individio de avanzada edad, de mirada viperina, que observaba las bolsas de oro de sus nuevos clientes. El grupo tras observar algunas baratijas y pociones, decidió comprar poco y marchar, aunque un par de ellos tuvieron curiosidad por un pequeño trabajillo que les propuso Pepius y que la mayoría rechazo.

Mientras la mayoría del grupo acompañaba nuevamente a Bruma a la posada del Listo, Shiro y Liruj decidieron volver a la tienda deseosos de las recompensas que prometía Pepius de aceptar su pequeño trabajo. El trabajo de Pepius consistía en recuperar un anillo que supuestamente había pertenecido a su nieta, un anillo que ahora poseía el enterrador del pueblo, un delincuete y asaltador de caminos. Al no ponerse de acuerdo, Shiro y Liruj convirtieron la pequeña misión en una carrera y corrieron al cementerio...

Mientras en la posada el resto del grupo junto a Bruma tomaban el almuerzo, un almuerzo que se vio interumpido por la llegada de unos soldados. Se trataba de una pequeña patrulla de 3 individuos, el capitán y dos soldados rasos de la ciudad de Paladia, capital de la región donde estaban. El capitán parecía furioso y buscaba a unos fugitivos de la capital, el grupo pudo observar como Bruma se acurrucaba temblorosa mientras negaba. El posadero a duras penas pudo negarse, pues la imagen que mostraba el capitán de paladia no se parecía a nadie que hubiese visto hace poco.

Entonces, un campesino que estaba en la barra cerca del capitán, no pudo aguantarse ante la insolencia del capitán, y valiéndose del poder del alcohol, desenvainó su daga y le atacó. Pero el pobre infeliz no pude hacer nada, pues a los pocos segundos ya estaba en el suelo degollado, ahogándose en su propia sangre mientras el capitán escupía y limpiaba su espada larga. Luego de ese espectáculo, decidió partir con sus hombres en busca de esos fugitivos mientras instaba al posadero que limpiase ese estropicio.

El compañero del campesino no pudo aguantar sus lágrimas al ver a su "amigo" en el suelo, desconsolado y sin dinero para pagar un buen funeral, atrajo la atención de Thalax, que le prometió un enterramiento, cogiendo el cadáver y llevándolo hasta el cementerio.

Ahí se encontró con el bardo Liruj golpeando una puerta. Se trataba de la puerta del enterrador, supuesto asaltacaminos y malhechor. El enterrador algo molesto por el ruído, salió a recibir a Liruj. Al exigirle éste el anillo, el enterrador se enfadó, pues pertenecía a su amada y difunta esposa. Liruj le acusó de ladrón, pero el enterrador seguía en sus trece, cansado de la insistencía del bardo, dedució que era mandado por el viejo Pepius, antiguo rival suyo y decidió cortar con la conversación. Al ver Thalax que Liruj se estaba poniendo violento, decidió "sugerirle" con la espada en mano que se marchara y dejara al enterrador en paz.

El astuto bardo decidió que el paladín acabase de enterrar al cadáver para volver a visitar al enterrador, mientras tanto Shiro se encontraba perdido por las calles intentando encontrar la casa del enterrador...

Cuando Thalax se volvió a juntar con el grupo, decidieron todos partir de inmediato, pues el viaje era largo y era mejor viajar de día. Recogieron sus bártulos y objetos necesarios y empezaron a caminar hasta la salida del pueblo, siendo recibidos por el guardia, que les saludo amablemente. Bruma se encontraba distante como de costumbre, aunque se le notaba nerviosa, como si tuviese la certeza de que algo malo iba a acurrir. Y no tardo en pasar...

Cuando se encontraban a unos 100 metros del pueblo, el capitán de Paladia les paró el paso. Exigía por orden del regente, que entregaran a Bruma. El grupo desconcertado no comprendían porqué ahora quería a la mujer y antes no, las palabras de Bruma disiparon algunas dudas "el engaño se ha disipado". Viendo que el capitán se ponía cada vez más violento, decidieron desenvainar sus armas y empezar con el combate abierto.

Los soldados que iban junto el capitán dispararon sus ballestas, pero una de ellas ya había sido momentaneamente anulada por la Hechicera, el otro virote fue a parar al escudo de Thalax, mientras cargaba contra el capitán. Hua-lang también cargo, pero contra uno de los soldados, y saltando y alargando su esbelta pierna, lo desnuco sin mucha dificultad. Mientras, el capitán se deshacía rápidamente de Thalax y corría a dar un fuerte mandoble a la hechicera que lo estaba martilleando a conjuros. Suerte para ella pues pudo esquivar el golpe, mientras Erfie rompía la ballesta del soldado que quedaba con vida.

Thalax decidió cambiar de objetivo, y con la ayuda conjunta de Erfie consiguió ensartar al pobre soldado, que expiró antes que llegara al suelo. En el otro lado, la hechicera estaba totalmente acorralada por el capitán, pronto se quedo sin conjuros y ya cuando estaba a punto de sentir el frío acero de su espada, pudo ver como los ojos de su atacante se volvían totalmente blancos y caía al suelo sin vida, tras él se encontraba nuevamente la monje Hua-lang con una pequeña sonrisa tras su capucha.

Mientras, lejos del combate, el bardo volvía a la carga tocando la puerta del enterrador, pero esta vez tenía algo pensado. Cuando el enterrador volvió a abrir la puerta, con una pala en mano, Liruj conjuro un pequeño truco atontador sobre él, dándole tiempo a rebuscar en la casa y encontrar el famoso anillo. Liruj salió corriendo de la casa, y se encontró con Shiro, que intentó engañarle con una apareincia mágica para que le diese el anillo, pero el bardo vio a través de las ilusiones mágicas de Shiro y decidió ir a la tienda de Pepius a entregárselo personalmente. Shiro desistió y decidió volver con el grupo...

Pepius no pudo evitar aguantar una carcajada cuando tuvo el anillo de su "nieta" en sus manos, y con cierto desprecio decidió dar como recompensa un anillo mágico y una varita al bardo. Lamentablemente para él, no sabía que tipo de objetos eran y sin miedo decidió colocarse el anillo en el dedo. Sintió un fuerte escalofrío y una bajada de moral cuando el morboso anillo, que tenía forma de dientes puntiagudos se movió y empezó a hablar. Se trataba de un anillo maldito que exigía la sangre de los vivos a cambio de los beneficios que podía otorgar al dueño. Lamentablemente para Liruj, no podía quitarse el anillo ni acerlo callar, con lo que tuvo que darle un poco de su propia sangre. No tuvo mucho más tiempo de examinar la varita, pues tras de él, unos guardias junto al enterrador empezaron a perseguirle, persecución a la que se unió el resto del grupo en consecuencia, si no querían ser retenidos por los guardias tras la masacre de los guardias.

Suerte para el grupo que un rato antes de aparecer Liruj perseguido por la guardia de Vran, Thalax rebuscó en los cuerpos de los supuestos soldados, encontrando descripciones exáctas del grupo y ordenes que no pertenecían al Regente de Paladia, sino a una misteriosa persona cuyo nombre empezaba por R. Aunque esas pruebas quedaron en el suelo, tras la huída...

Entonces el grupo empezó su marcha a grandes zancadas, con la esperanza de no tener demasiados contratiempos antes de llegar a la Posada del León."

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-Vaya, interesante historia me estáis contando maese Kolau ¿realmente acaba así?

-Paciencia, historiador, paciencia... toda buen historia se hace de rogar... *mientras da una larga calada a su pipa*




4 comentarios:

Enko dijo...

Un curioso grupo el mencionado por el cuentacuentos Kolau (un extrafalario individuo que me encontré en el camino de comercio). Disculpad si es demasiado largo, pero cortar la historia en un punto intermedio sería estropear la acción.

Por cierto, Kolau me comentó que modificó algunos puntos de la historia para darle cierta fluidez, espero que los protagonistas de ésta, si aún viven, no se molesten mjieh.

Ishtar_K dijo...

Oh, es curioso que narren las aventuras donde sale alguien que conoces shem... Algo me contó Huan-Lang como dije ya anteriormente, pero ahora mismo no sé nada de ella, espero que esté bien... Espero que no se metieran con su aspecto durante el largo viaje, pues puede reaccionar de manera muy violenta a pesar de ser una monje...

Me llama la atención el anillo jeje. Tengo ganas de saber más sobre este viaje, espero una continuación próximamente.

Esta clase de relatos me producen nostalgia de mis tiempos donde la aventura abundaba en mi vida. Ahora no sé que ha sido de mis compañeros, sólo de vos, espero que pronto nos volvamos a encontrar y sigamos explorando nuevos mundos en busca de acción y emoción.

Un cordial saludo.

Lura dijo...

Aja, dije que lo leeria, y lo he hecho!!! me gustaria saber como sigue esta historia, si (a ver cuando seguimos...) ahora tengo que leer el resto, creo que me explicara algunas cosas.

Eiji dijo...

Ese Hechicero de nombre Shiro parece buen tipo, lástima que aún deba perfeccionar un poco más su magia sino de seguro que hubiera podido engañar malvado bardo... xDD

Buenas historias te cuentan señor Enko, esperamos ansiosos una continuación de esta para saber cómo se desarrolla la aventura de estos apuestos aventureros.

Ale, saludineees ^^